Retomando la idea de incluir una historia de ficción a un ambiente real; Fabrizio Aguilar nos ofrece Tarata (2009). Un film que oculta una importante moraleja; la actitud errónea que suele asumirse ante la poca atención que se dedica al país en donde vivimos.
En un contexto donde la izquierda y la derecha enfrentan sus opiniones ideológicas con acciones violentas y terroristas. La película relata la vida de Claudia, Daniel, Elías y Sofi; una pequeña familia del distrito de Miraflores, Perú. Quienes poco a poco se adentran en un estado de miseria y confusión.
En el año 1992 jóvenes pertenecientes al Partido Comunista, se encontraban en un escenario de confrontación con el gobierno. Los atentados terroristas se hacen cada vez mayor. La televisora “Frecuencia Latina” había sido víctima de un coche-bomba, nunca antes visto en la nación andina; por lo tanto, las circunstancias son tan delicadas, que el Estado anuncia el toque de queda durante la noche.
Daniel (Miguel Iza) trabaja en una universidad ubicada en Miraflores, donde las paredes se han convertido en una zona de expresión visual para los estudiantes de izquierda. Su esposa Claudia, solo preocupada por su estatus e imagen ante la sociedad, ignora todo lo que acontece a poca distancia de sus narices. Elías, es un niño astuto, ya que si bien, no está en edad de comprensión absoluta a lo que ocurre, si está consciente de lo lejos que puede llegar dichos enfrentamiento. Y Sofi, una adolescente que no encuentra salida en un mundo de preguntas y respuestas imprecisas.
La película conforma un tono pasivo, que le da al espectador esa sensación de cotidianidad familiar. El guion (Sol Pérez y Fabrizio Aguilar) descubre esa intensión que tuvo el director de sentirse identificado con lo que ocurrió varios años atrás.
En cierto punto, la historia contiene algunos elementos forzados, como incluir escenas o situaciones que resultan percibirse de relleno.
Ana María Roca Rey demuestra un exhaustivo trabajo de producción; el arte y los detalles cuidadosamente ubicados, nos trasladan a esa época de los años 90s.
Lo que abruma de esta película, agregándole la música de Antonio Gervasoni, son las actuaciones. Sobre todo destaca Gisela Valcárcel (Claudia) quien, a pesar de ser su primer papel, incorpora estupendamente a una mujer de clase media que sin importar lo cruel e irónica que puedan ser las circunstancias, mantiene su rigidez y orgullo.
Una película que recomiendo para quienes buscan una trama sencilla, impactante y profunda.
En un contexto donde la izquierda y la derecha enfrentan sus opiniones ideológicas con acciones violentas y terroristas. La película relata la vida de Claudia, Daniel, Elías y Sofi; una pequeña familia del distrito de Miraflores, Perú. Quienes poco a poco se adentran en un estado de miseria y confusión.
En el año 1992 jóvenes pertenecientes al Partido Comunista, se encontraban en un escenario de confrontación con el gobierno. Los atentados terroristas se hacen cada vez mayor. La televisora “Frecuencia Latina” había sido víctima de un coche-bomba, nunca antes visto en la nación andina; por lo tanto, las circunstancias son tan delicadas, que el Estado anuncia el toque de queda durante la noche.
Daniel (Miguel Iza) trabaja en una universidad ubicada en Miraflores, donde las paredes se han convertido en una zona de expresión visual para los estudiantes de izquierda. Su esposa Claudia, solo preocupada por su estatus e imagen ante la sociedad, ignora todo lo que acontece a poca distancia de sus narices. Elías, es un niño astuto, ya que si bien, no está en edad de comprensión absoluta a lo que ocurre, si está consciente de lo lejos que puede llegar dichos enfrentamiento. Y Sofi, una adolescente que no encuentra salida en un mundo de preguntas y respuestas imprecisas.
La película conforma un tono pasivo, que le da al espectador esa sensación de cotidianidad familiar. El guion (Sol Pérez y Fabrizio Aguilar) descubre esa intensión que tuvo el director de sentirse identificado con lo que ocurrió varios años atrás.
En cierto punto, la historia contiene algunos elementos forzados, como incluir escenas o situaciones que resultan percibirse de relleno.
Ana María Roca Rey demuestra un exhaustivo trabajo de producción; el arte y los detalles cuidadosamente ubicados, nos trasladan a esa época de los años 90s.
Lo que abruma de esta película, agregándole la música de Antonio Gervasoni, son las actuaciones. Sobre todo destaca Gisela Valcárcel (Claudia) quien, a pesar de ser su primer papel, incorpora estupendamente a una mujer de clase media que sin importar lo cruel e irónica que puedan ser las circunstancias, mantiene su rigidez y orgullo.
Una película que recomiendo para quienes buscan una trama sencilla, impactante y profunda.
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