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jueves, 10 de junio de 2010

Regresó Robin Hood

La injusticia la encontraremos siempre a flor de piel en cualquier lugar del planeta. La corrupción, el abuso del poder y la tiranía, abundan de la misma manera que las personas afectadas por estos seres, llenos de acciones vanidosas y miserables. Aunque algunas veces, la expectativa de la impotencia es tan latente, que la primera oportunidad de revelarse es el factor detonante, y lo que lleva a enfrentar eso que nos oprime.

Esto ocurre con Robin Hood, quien regresa esta vez en manos de Ridley Scott, el director británico que contiene una sensibilidad y visión única, que atemoriza a quienes admiramos su trabajo, sobre todo en el área de películas épicas (Gladiador, Cruzadas). Quien mejor para traer a la gran pantalla al “Príncipe de los bosques”.

Este film comienza su relato en una Inglaterra del siglo XII, que se encuentra en guerra con Francia, un debate donde la imposición del poder lo es todo. Robin Longstride (Russell Crowe), un arquero del ejército inglés, se aleja de las cadenas que lo someten al encontrar severas diferencias ideológicas entre su persona y el mismo rey. Su camino lo lleva a Nottingham, un lugar que le sirve de refugio y se adentra a la aldea haciéndose pasar por Robert Loxley, un caballero del Rey Ricardo Corazón de León (Danny Huston).

A medida que transcurre el tiempo, la deshonestidad del sucesor del trono, el Rey Juan, hermano menor de Ricardo, desglosa una serie de conflictos titanios para nuestro héroe, quien intenta rehacer su vida en un hogar nuevo, apartado de batallas y sangre.

Me cansé de escuchar, por distintos medios, las opiniones sobre esta película. La catalogan de agotable y lenta, e incluso compleja en cuanto al eje central del guión. A mi modo de ver, están todos equivocados. La película reitera constantemente, planos generales, batallas memorables, maravillosamente filmadas y un toque de humor que ayuda a mantener la vista en la pantalla. La complejidad de la historia solo la verás si estas acostumbrado a ver películas como “Hada por Accidente” y “Hannah Montana”.

Es cierto que es extensa, y que los diálogos y encuentros se hacen amplios; pero para quienes seguimos los pasos de Scott, sabemos lo cuidadoso que es para contar una historia, e intenta en lo mejor posible, de hacer una trama consistente y llena de credibilidad humana.

De nuevo vemos a Russell Crowe, como el afamado Robin Hood, (quien vuelve a trabajar con Scott) y a su co-estrella, la hermosa Cate Blanchett haciendo de Marian Loxley. Ambos se sumergen en sus papeles con la más notable sinceridad y naturalidad que se exige para una entrega de este calibre. De hecho, Robin Hood es un ejemplo claro de como se puede recordar una película debido a la calidad actoral que la respalda. El legendario Max von Sydow, Danny Huston, William Hurt Matthew Macfadyen completan el reparto.

Algo posiblemente criticable a la obra, podría ser lo poco convincente de sus antagonistas. Si bien recordamos que el Rey Juan era un inmaduro y malcriado monarca, Oscar Isaac no abordó el personaje con la solidez necesaria; por lo menos a mi modo de ver.

La maldad recae en los hombros de Mark Strong, quien interpreta al frívolo Godfrey. Ya me había dejado atónito su capacidad de villano en Sherlock Holmes como Lord Blackwood; pero tal vez la misma frialdad y crudeza que debía manifestar en Robin Hood, fue la enemiga del resultado final. Es probable que el personaje no tuvo el cuidado o protagonismo necesario que debió tener.

Las escenas de batallas demuestran un avance impresionante en cuanto a la cinematografía de Scott. Si bien no encontramos las demostraciones viscerales de Gladiador (2000), lo compensa la ardua edición de sonido y la inspiradora música de Marc Streitenfeld.

Sin duda alguna, el esfuerzo por recrear una “versión más seria” de esta épica y conmovedora historia, en donde el amor y el valor son las armas principales, fue logrado en todos su componentes. Quizás esa libertad que la Universal Studios e Image Entertainment le aprobó a Scott, Crowe y Brian Grazer permitió que la mano del artista trabajara con penetrante pasión; y dejó a un lado la insistente falla Hollywoodense, preocupada solo en la cantidad y no la calidad.




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