Siempre estuve intrigado por el cine del gran Martin Scorsese. Recuerdo mucho su renombre debido a los medios de comunicación que enaltecen a la industria hollywoodense; claro, la gente se traga solo el impacto visual y deja a un lado la trama, el guion, lo importante. La verdad es que este no es el caso de Martin, él si hace buen cine. Ha dejado en sus espectadores esa inconfundible característica de suspenso. Su forma maestral de narrar una historia lo hace sumamente influyente para aquellos que apreciamos el arte visual.
Taxi Driver es uno de sus clásicos más renombrados. La intriga por retroceder en el tiempo, y observar la gran obra de Scorsese me tenia impaciente; hasta hoy.
Vemos al entonces joven Robert De Niro interpretando a Travis, un retirado de la marina cuyo ocio acumulado y vida monótona lo llevan a tomar una decisión simple pero importante para su futuro, se convierte en taxista. Claro, no se oye sorprendente ¿y quién puede decir que la vida de un taxista es inquieta y movida?, pues esta película demuestra precisamente todo lo contrario.
Travis prefiere su empleo después del crepúsculo. Rápidamente las “criaturas de la noche”, como así las llama, rondan por toda la ciudad de Nueva York. Los desprecia con su mirada cada vez que dobla una esquina, cuando recoge a un cliente, cuando explora a través de un barrio o se detiene en algún semáforo. Un mundo paralelo al casual. Toda una atmosfera pesada, formada por drogadictos, ladrones, prostitutas y vagos. Poco a poco sus pensamientos se van retorciendo, lo hacen sentir inútil, y desde sus viseras, nace la necesidad de querer hacer “algo” por mejorar las cosas.
Lo que hace esta película una eminencia del suspenso, es la línea narrativa a la mano de Scorsese, que magistralmente conoce los movimientos de cámara necesarios para hacernos sentir una experiencia intensa y enigmática.
Taxi Driver reitera continuamente aspectos de la discriminación racial tan latentes para la época, logrando así una coyuntura con la crítica social norteamericana.
Robert De Niro sencillamente encaja en el personaje asignado. Su destreza actoral le da un ambiente de perturbación constante, debido a lo que acontece en su cerebro. Vemos también a una joven Judith Foster (Iris), que se iniciaba en el cine. Su virtud actoral ya dejaba cosechas para el futuro que le esperaba. Cybill Shepherd completa el elenco principal interpretando a la coqueta pero esquiva Betsy.
Quizás la elevada paranoia que genera el film puede que me haya puesto a pensar de más. Como la escena del cameo de Scorsese, la cual consideré trascendental para un hecho futuro; incluso su final, que si bien no es ambiguo, unas pocas dudas pueden quedar sueltas. Pienso que es intencional.
Sin embargo, todos debemos ver Taxi Driver, extraordinaria reconstrucción de hechos y diálogos. Tratamos con un clásico de clásicos, la cumbre de un personaje afligido por la urbanidad que lo carcome día tras día.
No hay comentarios:
Publicar un comentario