Sin duda la cinematografía de nuestro país está recobrando fuerzas con cada producción que pasa. Vemos, con mayor frecuencia, nuestras cintas en las salas comerciales, y lo mejor de todo, perduran y recobran la rentabilidad que existía en los 70s y 80s. Una muestra de ello es Hermano, opera prima del cineasta Marcel Rasquin, producida por Enrique Aular y ganadora del premio del Público en el Festival Internacional de Cine de Moscú.
Daniel y Julio son dos hermanos dedicados al fútbol. Cada uno desarrolla una característica particular y juntos hacen un equipo realmente sólido, debido a la química que hay en ambos. Pero a diferencia de ello, fuera del campo, sus vidas se repelan por intereses individuales. La posibilidad de entrar al Caracas Futbol Club determinará el rumbo de sus pasos.
En este film, las virtudes recaen en las actuaciones y un libreto alentador. La naturalidad de las escenas y situaciones rutinarias asombra a través de la autenticidad de Eliú Armas y Fernando Moreno, dos caras nuevas en la gran pantalla.
Las secuencias de rodaje, por parte de Aular, para exhibir las jugadas y partidos de futbol, se muestran rudas e impecables. Filmadas de tal manera que logra relacionar dichas imágenes con el tono dramático y estremecedor de la historia. Aparte de eso, el montaje ejerce un apoyo fundamental en el resultado final que acierta con el equilibrio narrativo.
Es cierto que el cine nacional formó parte de un círculo vicioso con respecto a su repetitiva temática. Los cineastas venezolanos contrarrestan esto alegando que para aquel entonces(los años setenta) querían reflejar la realidad en que vivíamos, que incluía esa perspectiva de miseria y marginalidad. Hoy en día la cosa no está muy distinta. Si, es cierto, no todo es plomo y delincuencia, pero tampoco debemos hacer la vista gorda ante un asunto tan recurrente en la vida del venezolano, del latinoamericano. Historias que muchos desconocemos, aquellos que vivimos lejos de “esa realidad”. El cine es una ventana a ello.
En este caso Hermano se nutre de la misma fórmula del barrio, pero con un tratamiento distinto. Rasquin, quien cumple su labor como escritor en esta entrega, ha dejado asombrado a muchos espectadores con su trabajo que incluye un ingrediente distinto a su obra: el elemento deportivo. Quizás no propiamente el deporte, sino el futbol como causa de un sueño, como terreno de lucha, como metáfora de nuestras experiencias. Paradójicamente en un país donde “lo que se juega es beisbol”. Además, creo que sería difícil recordar alguna película nacional en este contexto.
La trama aparentan ser predecible en algunos casos, pero los giros que la conforman dicen otra cosa. Hemos podido observar esta estrategia en innumerables films latinoamericanos, que buscan, en lo posible, ser fieles con las vidas que retratan.
Hermano es una gran cinta que revela, con la honestidad que fue realizada, todas las trabas de una sociedad que descubre, en cada día, las incontables razones para seguir adelante. Estar por encima de aquellas otras que sosiegan nuestras virtudes y lealtad.