El niño de barro: Inocencia y misterio

Aunque la curiosidad a veces no me lo permite, me gusta ver una película cuando tengo poca información sobre ella, incluyendo la trama central. Esto permite vivir el film como, supongo yo, quiere el director, sin que las sucursales alteren los prejuicios.

Me pasó con “El niño de barro” (2007), un film del argentino Jorge Algora, que narra la historia de una serie de asesinatos a menores, ocurridos en Buenos Aires durante 1912. Hecho basado en una historia real.

El enfoque de “El niño de barro” se concentra en Mateo, un niño de 10 años que comienza a tener, tras un previo accidente, una serie de pesadillas que lo perturban, tanto a él como a su madre (Maribel Verdú). Las autoridades intentan lo posible de aclarar las inexplicables muertes de estos niños, que azotan el lugar. Aunque las pistas parecen dejarlos sin cauce. Una lucha constante por la verdad absoluta, inexistente en un mundo lleno de injusticia y penalidades inevitables.

El arte de la película está magistralmente construido. Desde el vestuario hasta las casas, desde los vehículos hasta el maquillaje; dejan a la vista un riguroso trabajo de producción. Por momentos, sin sugerir un dato negativo, tuve la sensación de estar viendo una película para televisión. Debido a la cámara y tal vez la intencionalidad de algunos planos. Desconozco si esto sea totalmente cierto.

Vemos a una Maribel Verdú haciendo de las suyas, conmoviendo con su papel y ejerciendo un gran esfuerzo para darle credibilidad a su situación. Juan Ciancio, quien interpreta a Mateo, el protagonista, deja mucho que pensar. Si bien, trabajar con niños no es una labor simple, el esfuerzo aplicado por el muchacho se torna en ocasiones poco convincente. Abel Ayala si atina con su papel. No tiene mucha participación, pero es la evolución lo que hace interesante su actuación y desenvolvimiento.

La historia provee de varias fallas narrativas que cuestan percibir un poco el resultado. El montaje deja algunas imprecisiones en la narrativa del film. Ambientándolo con personajes que, si bien tienen cierta integridad en la historia, no se adaptan armoniosamente. Incluso, algunas escenas carecen de precisión en cuanto a diálogos.

A pesar de estas fallas, la obra tiene un gran acabado y asombra el potencial cinematográfico que existe en Latinoamérica. Pronto escribiré sobre El secreto de sus ojos (2009) una gran obra maestra que cambia nuestra forma de vida.