La diversidad está llena de muchas virtudes, aunque también de infinidad de penas. Una de ellas es la complejidad que causa el tema de la religión. El nombre de la rosa (1986) es una demostración de lo que el hombre, una vez que pertenece a determinados regímenes, utiliza el poder para imponerse sobre aquellos que desconocen los abusos de la sociedad; en la mayoría de los casos, con la historia de testigo, gente inocente.
Jean-Jacques Annaud lleva al cine la novela homónima de Humberto Eco, con un formato de dirección impresionante. Un guion cuidadosamente adaptado y actuaciones indiscutiblemente verosímiles y apasionadas.
William of Ockham y Adso de Melk, dos monjes llegan a una Abadía (convento) en Italia, durante 1327, con el fin de investigar las causas de la muerte de un fraile. Durante su estadía, la cantidad de muertes aumentan; lo que hace que la trama se adentre en un profundo enigma surtido por el misterio y el poder de conocimiento.
La narración tiene, por así decirlo, un toque de cine policiaco, debido a la tarea que se le asigna a William of Ockham (Sean Connery), cuyas acciones retratan un rompecabezas hermético pero bien construido. Hay un gran trabajo de montaje, que narra equilibradamente la propuesta.
La música es trepidante y absorbe a quienes perciben la obra en ese ambiente denso, poético, lúgubre y misterioso. Eso sin contar las excelentes interpretaciones de sus protagonistas. Sean Connery y Christian Slater se complementan como un dúo honesto; queda reflejada esa amistad que comparten por encima de su condición de maestro y novicio.
El arte representa un excelente trabajo de producción, cuidando detalles en toda la escenografía que ambientan eficazmente el modo de vida de aquella época. El humor recobra un papel muy importante en el film; dentro del tumultuoso debate y desprecio por la risa. Irónicamente los diálogos están llenos de retoques cómicos y roces de sarcasmo.
Creo que Ron Perlman quien interpreta a Salvatore, un deformado monje jorobado, acierta con la metafórica imperfección de la vida. Su actuación es impecable y creo, saliéndome un poco del tema, que es uno de esos actores de reparto (obviando su trabajo en Hellboy) que de alguna forma termina en un rol más protagónico debido a su esfuerzo y credibilidad. Steve Buscemi y Christopher Walken son otros ejemplos de ello.
Volvemos. Es algo extensa, pero no puedo negar que mis ojos no dejaron de ver la pantalla. Excelente el resultado de El nombre de la rosa. Recomendado para aquellos que tienen la inteligencia suficiente como para cuestionar los “poderes religiosos” y sobre todo, el poder de la Iglesia Católica.
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