“Si tu vida fuera una película ¿cuál sería?” “25 Watts”, contesta el Topo (guitarrista de la banda uruguaya Buenos Muchachos), con una sonrisa picarona en su velludo rostro para una entrevista que le ofrece a Freeway Tv, junto a Pedro (vocalista de la banda).
Pero, ¿qué es 25 Watts? y ¿por qué el Topo reacciona tan convincente, sin titubeos al responder? Pues esa duda no se quedó más tiempo en mi cabeza y descargué el film. A los pocos minutos de empezada la película, pude descubrir la razón que dibujaba esa sonrisa en la cara del Topo. Desde luego, así hubiese sido o querido que fuese su vida.
25 Watts (2001) es una locura cotidiana. Así la defino. Tres jóvenes amigos se encuentran en un barrio de Montevideo buscando cualquier manera de darle significado y curso a sus vidas. Una interesante propuesta de los directores uruguayos Pablo Stoll y Juan Pablo Rebella.
De manera que avanza el film, la técnica experimental le da un toque de espontaneidad a las escenas y a los diálogos (que para ser franco, se me fue difícil distinguir lo que decían en ocasiones, debió ser la pronunciación uruguaya). También encontré un gran apoyo en algunos personajes secundarios que brindan simpatía, como el trabajador del videoclub, un muchacho con dificultades mentales y un joven drogadicto.
Las actuaciones son simplemente naturales, Daniel Hendler, Jorge Temponi y Alfonso Tort le dan vida a Leche, Javi y Seba, respectivamente. La ociosidad influye en ellos como la única alternativa de vida. Típico dato de la adolescencia. Sus reacciones y gestos están muy bien expresados en la obra.
La película carece continuamente de música. Deja espacio para que el lenguaje visual fluya por si solo. Salpicadas de humor negro le dan entretenimiento a la cinta, aunque en ocasiones no muy bien distribuidas las ideas, debido al montaje poco fluido que lo respalda. Es cierto que las imágenes son modestas, pero hubo carencia de armonía para la narración. Aunque, después de todo, como dije, es una propuesta experimental y me hizo recordar algunas entregas de Gus Van Sant, como Gerry (2002) y Elephant (2003), que dan la sensación de que la cámara graba y toda la historia brota de forma casual.
Me gustó mucho 25 Watts a pesar de sus detalles. Esa “locura” recreada en un trabajo sumamente humilde, resulta un gran ejemplo para quienes consideran tomar el cine como parte de su vida. Realmente se puede hacer mucho con poco.
Para quienes detestan el cine convencionalmente vago y prefieren algo con una dosis anacrónica y algo irreverente. De seguro los entretendrá amenamente.
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