En anteriores ocasiones, he comentado, que ver una cinta sin saber de qué va la trama es una estupenda experiencia, debido a esa incertidumbre que ofrece. Cuando escogí, en la tienda de alquiler El Baile de la Victoria (2009), basada en la novela homónima de Antonio Skármeta, fueron sus realizadores (Fernando Trueba Darín) los que me obligaron a elegirla. Aún no tenía ni una pizca de información en cuanto a su historia.
Sinopsis: Vergara Grey, un famoso ladrón de cajas fuertes y Ángel Santiago, joven prisioneros; son liberados tras implantarse la democracia en su país. Cada quien con intereses ajenos, se topan con Victoria, una curiosa bailarina. El triángulo de vidas se verá costosamente afectado al enfrentar los obstáculos que se le presentan en esta nueva etapa de cambio.
El reparto que integra El baile de la Victoria es diverso. Dos argentinos (Ricardo Darín y Abel Ayala), una española (Ariadna Gil) y la gama de actores chilenos (Miranda Bodenhöfer, Luis Dubó, etc.) completan la variada participación que edifica la puesta en escena de El baile de la Victoria.
Ricardo Darín siempre sorprende. En esta ocasión, su trabajo representa a un personaje reflexivo y misterioso. La elección de Trueba se ajusta a las necesidades del personaje; aquel ladrón de cajas fuertes que se encuentra algo mitificado por sus acciones. Darín transmite ese estado de cálculo persistente a una persona decidida en reanudar su vida después de algunos años en prisión.
Recuerdo a Abel Ayala en El niño de Barro (2007) con una participación suficientemente verosímil a pesar de no tener una intervención recurrente. En El baile de la Victoria personifica al inquieto y perspicaz Ángel Santiago, un joven con deseos de cambiar radicalmente sus metas. Se produce un particular efecto en la manera que tiene Ayala de abordar su personaje. En varias oportunidades lo toma con naturalidad y gusto. Sin embargo, en ocasiones, se sienten forzados algunos diálogos.
Encontrar a alguien que pueda realizar dos trabajos artísticos como la actuación y la danza, es una tarea ardua. Tras una extensa búsqueda, el director logró hallar a la bailarina, y ahora actriz, Miranda Bodenhöfer, quién interpreta a Victoria Ponce. Su aportación, pese a no contener tanto brillo (esta es su primera actuación), revela un personaje perturbado por un oscuro pasado, nutrido de una desdicha constante. A pesar de ello, encuentra su única vía de escape en el baile.
Trueba aborda admirablemente el tono de la película, gracias al enfoque poético de las imágenes. La inclusión del caballo que recorre las calles de Santiago, como un elemento romántico o más bien como un personaje del realismo mágico, no aporta mucho al argumento de la historia. Aunque él ha deja claro que “no es una película realista”.
No queda en duda el riguroso trabajo de producción por parte de Jessica Berman y Cristina Huete, como también, las productoras, Fernando Trueba Producciones y Cinematográficas S.A, que asumen el contexto de la trama.
El baile de la Victoria acierta en difundir, por medio de diversas situaciones humorísticas, aventureras, reflexivas y melodramáticas, ese significado del amor como intransigente herramienta de avance, de logros, de sueños y desdichas. Su director apuesta por un híbrido intensamente personal, preciso en sus imágenes y su música. Un film que se ha propuesto en traer como resultado un trabajo singularmente artístico.