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sábado, 11 de junio de 2011

James Dean, el rebelde, el joven, la leyenda

La juventud como etapa de transición definitiva para todos. Como un punto increíble que marca plenamente el futuro de nuestras acciones, nuestra filosofía y perspectivas ante la realidad que nos rodea. En ocasiones, muchos jóvenes talentosos, prodigios de cualquiera de las artes, concluyen prematuramente sus vidas (con o sin voluntad propia) en esta encrucijada de cambios y sueños. Tal como le ocurrió al inmortal James Dean.

Dean es y será un icono de la juventud norteamericana. Con el pasar del tiempo, esa fachada de “chico malo” le abrió caminos por todo el continente y, hoy en día, se le recuerda ante un legado que tocó las entrañas de cada joven en cualquiera de sus generaciones.

Dejó bien clara su presencia como chico rudo en su film Rebelde sin causa (1955), una película dirigida por el gran Nicholas Ray; adaptación del libro de Robert M. Lindner, Rebel Without A Cause: The Hypnoanalysis of a Criminal Psychopath. En esta cinta, joya indispensable del cine clásico, Dean dió vida a Jim Stargk, un joven que se moviliza constantemente con su familia por todo Estados Unidos y que al llegar a una nueva ciudad, trata de ganarse el grupo “popular” del instituto, el grupo más difícil. La meta de Stargk se ve afectada por un síndrome nostálgico que encuentra una lucha entre el honor, la inmadurez y la pasión que lo identifica. Esta etapa post-guerra, en la que los adolescentes eran víctimas de la ignorancia de sus padres. Particularidad que originaba una forma extremista de “entretenimiento”, portal de maniobras que expresaban críticas, reclamos; una protesta ante la sociedad conservadora de la época.

Numerosos movimientos nacen de estas circunstancias, en la que innumerables chicos tomaron el rumbo de su futuro con sus propias manos. Inglaterra lo vivió de cerca con el movimiento punk; violento y anarquista que llevaban como bandera a la banda Sex Pistols; se abrían paso entre la burguesía monárquica. La generación beat de los años 50s (corriente norteamericana de poetas y artistas) desencadenó lo que en los 60s sería el movimiento hippie, retomando de nuevo el tema de la guerra. Esta vez, no con la violencia como arma. Todo lo contrario, los ideales sentaban las bases en dos valores elementales: paz y amor.

Todas estos elementos formaron parte de la imagen que obtiene su detonación (o por lo menos así quiero creerlo) en la influencia de James Dean y su imagen rebelde, en la que precisamente ese rebelde sin causa tenía más causa que cualquier otro gobierno. Una causa ausente, en principio, de ideales y formas, pero que cobró cuerpo con el transcurso del tiempo.

No puedo mencionar a Dean sin antes pensar en una gama de jóvenes que ocasionaron el mismo efecto. Se transformaron en iconos de la juventud y ofrecieron una identidad, un refugio, una brújula en el camino de sus vidas. Brandon Lee, imagen indispensable de quien escribe estas palabras, pasó a la historia con su gran película El Cuervo (1994), dirigida por Alex Proyas y basada en el comic de James O´Barr. No fue solo la venganza del personaje Eric Draven lo que permitió un legado importante para el hijo de Bruce Lee, sino también la forma y las condiciones en las que murió mientras filmaba la película. Ahí les dejo el dato.

Otros, alejados de los accidentes, provocaron un proceso de autodestrucción impresionante en su imagen, cuerpo y espiritu. La muerte del actor River Phoenix (23 años) por sobredosis de drogas, así como también la de los músicos Jimmi Hendrix, Janis Joplins, Jim Morrison, Brian Jones o el proceso depresivo de Kurt Cobain, tan afectado por una sociedad consumista que desencadenó en el suicidio. Estos últimos contaban todos con 27 años.

En el caso venezolano, nombraría a Cayayo Troconis, ex integrante de la legendaria banda Sentimiento Muerto y responsable del proyecto musical más impactante e ignorado de los años 90s, Dermis Tatú. El consumo a la heroína llevó a Troconis a desgastarse lentamente. Así perdimos uno de los seres más talentoso y sensibles (tal como lo relata su eterno amigo Cangrejo) de nuestro país.

Para James Dean, el futuro se interrumpió mientras conducía su Porshche Spyder 550 el 30 de septiembre de 1955. Un accidente automovilístico terminó con la vida del actor quién dejó, no solo la obra de Ray, sino también otros reconocidos títulos como Al este del Edén (1955) de Elia Kazan y Gigante (1956) de George Stevens. Tenía 24 años.

Estoy seguro, que si hubiese sido un adolescente en los años 50s, Rebelde sin causa sería una de mis películas favoritas y James Dean una influencia grande para mí. Su actitud rebelde, su influencia, su modo de revelación y su actitud, marcaron el séptimo arte haciendolo un icono invencible e inolvidable.



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