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Valera, Trujillo, Venezuela
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sábado, 25 de junio de 2011

Entrevista a William Goite, protagonista del film Último Cuerpo

El rostro de William Goite (Venezzia, Por un Polvo, Las Caras del Diablo) le da vida a Heriberto Camargo, personaje basado en el periodista de sucesos Heberto Camacho; reconocido por sus crónicas rojas y polémicas durante 30 años. Goite se ha desplazado por las tablas de teatros así como también por los sets de televisión; pero el cine, ha hecho de este actor, un reconocido artista que mantiene una visión muy clara con respecto a nuestro séptimo a arte.

En esta pequeña entrevista rememora su trabajo en su película Último Cuerpo y lo que significa ser una constante en la filmografía de Carlos Malavé.

Mucha naturalidad y verosimilitud le generó usted al personaje Heriberto Camargo ¿Qué elementos consideró para abordar este interesante personaje?

La verdad es el valor que Heriberto Camargo, mi personaje en Último Cuerpo, erige como espada en su lucha por defenderla a toda costa. Yo sentí que mi personaje no administra falsedades en su interpretación, en su desempeño en contar su historia y me empeñé en ser Heriberto Camargo, no en hacer el personaje. Solo ser. Me leí todas las crónicas de Heberto Camacho, el Gran Camacho, periodista marabino, quien inspiró a Malavé para, a través de mi personaje Camargo, crear un periodista con los valores que, creemos, caracterizaba a este gran señor de La Crónicas Roja. Frontal, popular, refranero, elocuente, poeta, novelero, exagerado, pasional y verdadero. Al leer sus crónicas y ya de llevarlo en la piel, en mi corazón, yo no podía permitirme mentir. Camacho no se lo merece y Camargo no lo permitiría.

La muerte es la verdadera protagonista del film ¿Comparte la filosofía que tiene Heriberto Camargo sobre la muerte? El hecho de que poco a poco le va quitando todo sin darse cuenta.

Comparto con mi personaje la pasión que le aporta a todo aquello que ama, le interesa y le funciona para rescatar y exaltar sus valores. En eso absolutamente me identifico con él. Yo no le temo a la muerte, le temo es estar en la edad de las despedidas. Despedir a un ser querido es una cuestión que me supera por el dolor que me abraza, pero a la muerte no le temo. Total, tarde o temprano, nos tendremos que encontrar con ella.

Definitivamente integra el reparto constante de Carlos Malavé; así como Jesús Servó, Jean Paul Leroux o Guillermo García. ¿Cómo define el trabajo de este director?

Lo definiría como el absoluto significante de aquello que reza: "La amistad es la amistad y el trabajo es el trabajo". Carlos Malavé es un maravilloso ser humano, un gran tipo, un corazón con patas y un profesional. Cuando tiene que ser director lo tiene todo claro. Siempre tiene su película en la cabeza y en el corazón. Sabe conducir procesos actorales dando las indicaciones adecuadas con toda la libertad creativa para el actor; siempre y cuando esa libertad no afecte lo que ya tiene visualizado y sentido. Es exigente. Pero sabe hacerlo. Y como amigo, te diría que Malavé es una de mis personas favoritas del mundo mundial. Él es mi amigo. Y yo soy amigo de Malavé.

Y con respecto a que Jean Paul Leroux, Guille García, Canache y yo somos constantes en las películas de Malavé: Somos sus muzos. Mejor dicho: ¡Sus marramucios! Jajaja. Al grupo hay que agregar uno más: Miguel Ferrari. Ya lo verás. En serio te diría que en ocasiones han sido hasta molesto los ataques de compañeros y del medio por esa modalidad de Malavé. Hasta ofensivo diría yo. Sin embargo, alaban, celebran y aplauden como focas que Almodóvar, Woody Allen, Tarantino o Scorsese tengan esa misma modalidad de trabajar con sus "marramucios". Cosas del venezolano.

¿Cómo observa los trabajos cinematográficos actuales realizados en nuestro país?

Los observo con amor, con disciplina, con entrega, con torpezas, con apuros, con pretensiones, a veces petulantes, con pretensiones acertadas, con fe, optimismo y en constante progreso. Nuestro cine es eso: nuestro. Y por lo tanto rechazo fuertemente cuando escucho repetidamente: “Apoyen el cine nacional”. No. Yo digo y grito a todo pulmón, con voz de teatrero: ¡Disfruten el cine nacional! No somos una ONG o monjitas de la caridad que necesitan apoyo para unas canastillas. Me niego. Nuestro cine es nuestra identidad, los que nos caracteriza. ¿Que puede ser mejor? Claro. Y en ese camino vamos. Sin duda alguna. Nuestro cine necesita es apreciación, una de las palabras que más le gustaba al maestro José Ignacio Cabrujas. Ojalá el público la convierta en verbo, en acción.

De izquierda a derecha, arriba: Guillermo García, Jean Paul Leroux y Sócrates Serrano

De izquierda a derecha, abajo: William Goite, Mercedes Brito, Carlos Malavé (Director), Miguel Ferrari.

viernes, 17 de junio de 2011

Entrevista a Carlos Malavé director del film Último Cuerpo

Carlos Daniel Malavé (Por un polvo y Las Caras del Diablo) es un director que se abre paso por la cinematografía nacional con determinación y seguridad. Firme en lo que considera correcto y en la visión que tiene como director y contador de historias, deja plasmado, en esta breve pero contundente entrevista, las dificultades y experiencias por las que ha recorrido, no solo su última cinta Último Cuerpo, sino toda su filmografía.

Hay una evolución considerable en esta nueva película a diferencia de las pasadas. La producción más rigurosa, una sobresaliente dirección de actores y una mejor estructura en la conformación del guión. ¿Cómo fue ese proceso de trabajo?

Bueno realmente considero que Último Cuerpo es un poco mejor que mis anteriores films pero no creo que exista esa evolución considerable. Tanto Por un polvo y Las caras del diablo tienen valores que han sido pasados por alto y por supuesto también tienen fallas. Yo podría decir que es cuestión de gustos. Fíjate, la película que la crítica considera como un paso al frente es la menos favorecida por el público. Yo amo Por un polvo porque es muy disparatada y a mí me gustan ese tipo de películas; y quiero a Las Caras del Diablo por todo el proceso. Mucha gente criticó de Las Caras el guión y la estética; pero creo que no escucharon cuando dije: “No hay guión, es improvisada y que se realizó sin intervenir ninguna locación”. Como dogma que me propuse, salí muy contento; además, el público la apoyó, eso quiere decir que había algo que los mantenía atentos por 90 minutos. En Último Cuerpo el proceso fue el mismo que en las anteriores, sólo que este es otro estilo de película, allí está la diferencia.

¿Qué diferencia el contexto marabino del caraqueño? ¿Cuáles fueron los pros y contras?

Principalmente el color, por supuesto el acento y la posibilidad de que nuestro cine saliera de Caracas. Siempre hubo más contras que pros pero era el reto de hacer una película en el interior y al mismo precio que una del año 2007.

El enfrentamiento entre la policía y el periodismo de sucesos, por obtener la primicia y cumplir sus deberes e intereses, se ha tocado varias veces en el cine. Todos los hombres del presidente (1976) State of Play (2009) o Disparen a Matar de Carlos Azpúrua en el caso venezolano. ¿Qué tiene de particular este conflicto en Último Cuerpo?

No busqué algo en particular, sólo dar mi punto de vista sobre la lucha de poderes. Creo que me faltó meterme más hacia lo profundo pero temía que la película se fuera por el lado que no era. Por allí tengo un proyecto donde sigo tocando el tema de la policía corrupta, de los medios de comunicación, la lucha entre lo correcto y lo que no. Mi problema, y lo confieso públicamente, es que siempre estoy pendiente de decir algo pero de tal manera que le guste al público. Vamos a ver si en este próximo proyecto soy un poco más duro.

De alguna forma sus films recuerdan el cine de Robert Rodríguez. A parte del carácter independiente, tienen secuencias de acción y mucho humor en los diálogos ¿lo ha influido de alguna forma o quizás las influencias provienen de otros cineastas?

Robert Rodríguez y yo somos contemporáneos. A él lo influenció el cine asiático de acción que tiene un humor particular y son películas donde la amistad siempre está presente. Por supuesto que estos films a mí también me gustan, por ejemplo: John Woo. Por allí hay algo de Scorsese que me encanta; pero definitivamente El Mariachi marcó mi vida. Claro que Rodríguez es un experto del cine independiente y me gustaría llegar algún día a su nivel.

Es una lucha descomunal hacer cine en Venezuela ¿que lo impulsa a seguir?

Por allí hay gente que dice que es cineasta y creo que un cineasta es el que hace cine y tiene una carrera detrás. Me impulsa el hecho de que hacer cine fue lo que siempre quise hacer y ahora que he probado esa droga no la puedo dejar. Esta es una carrera de resistencia. No en vano, Venezuela es el país con más directores que tienen una sola película. Si fracaso sigo hacía adelante y si hay un triunfo sigo hacia adelante. En el camino hay imponderables; pero si hay salud la meta para mí siempre será filmar, cueste lo que cueste.



lunes, 13 de junio de 2011

CORTO-DOCUMENTAL/ “Yo hablo a Caracas” de Carlos Azpúrua

Carlos Azpúrua es un reconocido cineasta venezolano que posee su mayor destreza en el área documental. No quiere decir que esto le haya impedido realizar películas de ficción; en su filmografía encontramos Disparen a matar (1991), Amaneció de golpe (1998), Mi vida por Sharon

(2006).

Lo que quiero compartirles hoy es un trabajo realizado por este director venezolano; una especie de corto-documental, en el que, en tan solo 16min, refleja las injusticias, penas y deshonra de las tribus venezolanas, la imposición de la cruz católica y las firmes opiniones de un Shaman Makiritare, dispuesto a defender su cultura, sus creencias, su modo de vida.



sábado, 11 de junio de 2011

James Dean, el rebelde, el joven, la leyenda

La juventud como etapa de transición definitiva para todos. Como un punto increíble que marca plenamente el futuro de nuestras acciones, nuestra filosofía y perspectivas ante la realidad que nos rodea. En ocasiones, muchos jóvenes talentosos, prodigios de cualquiera de las artes, concluyen prematuramente sus vidas (con o sin voluntad propia) en esta encrucijada de cambios y sueños. Tal como le ocurrió al inmortal James Dean.

Dean es y será un icono de la juventud norteamericana. Con el pasar del tiempo, esa fachada de “chico malo” le abrió caminos por todo el continente y, hoy en día, se le recuerda ante un legado que tocó las entrañas de cada joven en cualquiera de sus generaciones.

Dejó bien clara su presencia como chico rudo en su film Rebelde sin causa (1955), una película dirigida por el gran Nicholas Ray; adaptación del libro de Robert M. Lindner, Rebel Without A Cause: The Hypnoanalysis of a Criminal Psychopath. En esta cinta, joya indispensable del cine clásico, Dean dió vida a Jim Stargk, un joven que se moviliza constantemente con su familia por todo Estados Unidos y que al llegar a una nueva ciudad, trata de ganarse el grupo “popular” del instituto, el grupo más difícil. La meta de Stargk se ve afectada por un síndrome nostálgico que encuentra una lucha entre el honor, la inmadurez y la pasión que lo identifica. Esta etapa post-guerra, en la que los adolescentes eran víctimas de la ignorancia de sus padres. Particularidad que originaba una forma extremista de “entretenimiento”, portal de maniobras que expresaban críticas, reclamos; una protesta ante la sociedad conservadora de la época.

Numerosos movimientos nacen de estas circunstancias, en la que innumerables chicos tomaron el rumbo de su futuro con sus propias manos. Inglaterra lo vivió de cerca con el movimiento punk; violento y anarquista que llevaban como bandera a la banda Sex Pistols; se abrían paso entre la burguesía monárquica. La generación beat de los años 50s (corriente norteamericana de poetas y artistas) desencadenó lo que en los 60s sería el movimiento hippie, retomando de nuevo el tema de la guerra. Esta vez, no con la violencia como arma. Todo lo contrario, los ideales sentaban las bases en dos valores elementales: paz y amor.

Todas estos elementos formaron parte de la imagen que obtiene su detonación (o por lo menos así quiero creerlo) en la influencia de James Dean y su imagen rebelde, en la que precisamente ese rebelde sin causa tenía más causa que cualquier otro gobierno. Una causa ausente, en principio, de ideales y formas, pero que cobró cuerpo con el transcurso del tiempo.

No puedo mencionar a Dean sin antes pensar en una gama de jóvenes que ocasionaron el mismo efecto. Se transformaron en iconos de la juventud y ofrecieron una identidad, un refugio, una brújula en el camino de sus vidas. Brandon Lee, imagen indispensable de quien escribe estas palabras, pasó a la historia con su gran película El Cuervo (1994), dirigida por Alex Proyas y basada en el comic de James O´Barr. No fue solo la venganza del personaje Eric Draven lo que permitió un legado importante para el hijo de Bruce Lee, sino también la forma y las condiciones en las que murió mientras filmaba la película. Ahí les dejo el dato.

Otros, alejados de los accidentes, provocaron un proceso de autodestrucción impresionante en su imagen, cuerpo y espiritu. La muerte del actor River Phoenix (23 años) por sobredosis de drogas, así como también la de los músicos Jimmi Hendrix, Janis Joplins, Jim Morrison, Brian Jones o el proceso depresivo de Kurt Cobain, tan afectado por una sociedad consumista que desencadenó en el suicidio. Estos últimos contaban todos con 27 años.

En el caso venezolano, nombraría a Cayayo Troconis, ex integrante de la legendaria banda Sentimiento Muerto y responsable del proyecto musical más impactante e ignorado de los años 90s, Dermis Tatú. El consumo a la heroína llevó a Troconis a desgastarse lentamente. Así perdimos uno de los seres más talentoso y sensibles (tal como lo relata su eterno amigo Cangrejo) de nuestro país.

Para James Dean, el futuro se interrumpió mientras conducía su Porshche Spyder 550 el 30 de septiembre de 1955. Un accidente automovilístico terminó con la vida del actor quién dejó, no solo la obra de Ray, sino también otros reconocidos títulos como Al este del Edén (1955) de Elia Kazan y Gigante (1956) de George Stevens. Tenía 24 años.

Estoy seguro, que si hubiese sido un adolescente en los años 50s, Rebelde sin causa sería una de mis películas favoritas y James Dean una influencia grande para mí. Su actitud rebelde, su influencia, su modo de revelación y su actitud, marcaron el séptimo arte haciendolo un icono invencible e inolvidable.



sábado, 4 de junio de 2011

Último cuerpo: La crónica roja de Maracaibo

El día que decidí ver la película Ultimo Cuerpo me encontré en una encrucijada de tal deshonestidad y tristeza que me recordó la eterna lucha que padecen nuestros cineastas para realizar sus obras en Venezuela.

Eran exactamente las 9:00pm cuando llegué a la taquilla. La película correspondía iniciar a las 9:20pm; lo que me daban 20 min para comprar el boleto y subir a la sala. La sorpresa llegó al enterarme, de boca de quien me atendía, que la función había sido cancelada porque previamente no habían comprado entradas para la función. No vi película ese día. Al siguiente, llegué con una hora de anticipación para reservar la sala completa, ya que nadie más que lo iban conmigo, ocupábamos los numerosos asientos de la sala 4.

Ahora sí, la crítica de hoy:

Sinopsis: Heriberto Camargo es un reconocido periodista zuliano que se ha hecho famoso por sus crónicas rojas en el diario El Marabino. Una nueva serie de asesinatos le harán integrarse por completo al crimen que pone en peligro su carrera y, peor aun, su vida.

Desde el inicio, Carlos Malavé (Por un Polvo, Las caras del diablo) nos ha demostrado ser un importante precursor del cine independiente. Con esta última obra, continúa su trabajo de acción, humor y drama, aunque con una formula mejor contada, cuidando con detalle la puesta en escena y la estructura narrativa.

La base de Ultimo Cuerpo se concentra en el guión de su director (el argumento inicial pertenece a Dámaso Jiménez y Edwing Salas) para narrar un contundente thriller policiaco. La primera parte observamos un lapso de sucesos que permiten comprender de que va la trama mientras quienes la integran se encargan de revelar la verdadera protagonista del film: la muerte; su significado y filosofía.

La segunda mitad del film rompe el esquema tradicional cronológico de narración que observamos en un principio. A partir de este instante, Malavé se desplaza entre el pasado y el presente de los hechos para dejar entrever, de poquito en poquito, lo que depara el futuro de los personajes.

William Goite interpreta a Heriberto Camargo (papel inspirado en Heberto Camacho), reconocido periodista de Maracaibo que mantuvo por más de 30 años a los zulianos con los ojos enterrados en un periódico que contaba, entre condimentos y salsa, sus crónicas rojas. Goite desarrolla, como anillo al dedo, a un personaje dicharachero y apasionado, que le permiten demostrar, en numerosas ocasiones, momentos de gran relevancia y distinción actoral. Otro aporte firmemente definido que integra la ficha artística lo complementa Miguel Ferrari. Severo y visceral comisario de apellido Sangretti. Ambos actores figuran como auténticos maracuchos.

Otra faceta importante del film se basa en las frecuentes disputas entre el periodismo y la policía. Ambas entidades se concentran en obtener la mayor cantidad de información para cumplir sus prioridades e intereses. Lo que nos lleva a una contundente pregunta ¿En qué momento un caso empieza y deja de ser una noticia? Reconocidos films sustentan sus guiones en esta importante guerra por la verdad; donde las evidencias y pruebas de un crimen terminan siendo el tubazo de la primera pagina de un periódico. Todos los hombres del presidente (1976) State of Play (2009).

Lo que no logra fluir con completa libertad en el film de Malavé son las secuencias de acción y algunos problemas en cuanto al montaje. Existe un trabajo de producción más cuidado en comparación a cintas pasadas. A pesar de ello, se notan fallas en la edición de las escenas con armas.

Hasta la saciedad las películas venezolanas se han apoderado de las fuentes de sucesos, tiroteos, barrios y prostitución. A pesar de ello, Carlos Malavé nos reitera, así como lo hizo Marcel Rasquin (Hermano) y Diego Velasco (La hora cero), que lo importante de una narración no solo se fundamenta en el fondo sino en la forma. En el caso de Último cuerpo, su fuerte es la localidad marabina; que le permite integrar la comedia que sustentan los humorísticos diálogos alternada con la tragedia perpetua de sus personajes.